lunes, 21 de diciembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ III, (Museo del Bardo)


Este museo, (abre de 9 a 17 h. en verano y de 9,30 a 16,30 en invierno, cierra los lunes y la entrada es de pago), célebre por poseer la mayor y mejor colección de mosaicos romanos de época imperial del mundo, dista cuatro Km. del centro de la ciudad, ya que se encuentra en el barrio de “Le Bardeau”, por lo tanto, es conveniente desplazarse en coche de alquiler o mejor aún en un taxi, si bien se puede tomar el metro, pero es harto complicado acceder a la boca del mismo, puesto que no se ubica en una calle céntrica.
  
El museo ocupa parte de las estancias del Palacio del Bardo, (Palais du le Bardeau) y en el resto se ha instalado la Asamblea Nacional. La que fuera residencia de verano de los beys mouraditas, y después sede de la corte del fundador de la dinastía husseinita, Hussain Ibn Alí, (s. XIX), fu248 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Detalle de las tres Gracias en el anterior frente de sarcófago.e remodelado por M'Hamed Bey entre 1855 y 1859. En 1888, bajo el protectorado francés, se creó, por decreto beylical, el Museo Alaouí, que posteriormente derivaría en el actual Museo Nacional del Bardo con motivo de la independencia de Túnez en 1956 y sería dotado de las ricas colecciones prehistóricas, púnicas, griegas, romanas, cristianas, bizantinas y árabe-musulmanas, procedentes de todas las regiones tunecinas.
258 - Túnez, Museo Nacional del Bardo.Estelas púnicas de Maghaola, (antigua Magota).
La antigua Provincia Romana de África Proconsular ha proporcionado un ingente número de mosaicos pavimentales, de temas figurativos, geométricos o una combinación de ambos, predominando los mosaicos polícromos, concebidos en esta zona, puesto que el mosaico romano anterior al africano, era únicamente bicolor.
285 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Estatua de terracota representando al dios púnico Baal Hammon, s. I d. C.
El museo cuenta con 50 salas y galerías, muchas de ellas con las decoraciones originales del palacio beylical, con lo que se dota a las exposiciones de un entorno majestuoso. Se exhiben los mosaicos, esculturas y otros objetos, hallados en las excavaciones de las ruinas de Cartago, Thuburbo Majus, Duga, Bula Regia, Uthina, Utica, Thysdrus, (El Jem), Sfax, Mahdia…El orden no es precisamente una virtud típicamente oriental, así que las salas no siguen cronología alguna, la mayoría de los mosaicos y objetos expuestos se agrupan por el yacimiento arqueológico del que proceden y otros se encuentran entremezclados. 306 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Tumba doble representando a un escriba y a una dama llamada Victoria, s. IV d. C. Tabarka.



En la planta baja, cerca de la entrada, se pueden contemplar sarcófagos y otros objetos funerarios romanos de época imperial. Después se puede acceder a la Sala de Antigüedades Musulmanas, ascendiendo unos pocos escalones que conducen a una enorme puerta claveteada y a un zaguán que se abre tras ella. Prosiguiendo, se verán parte de las dependencias privadas de los beys, con sus habitaciones arregladas con mobiliario de época, su patio de hermosas columnas de mármol y estucos y hasta una pequeña cocina para preparar el té, así como también se muestran cerámicas antiguas en las consabidas vitrinas. Si se retrocede sobre lo andado y se vuelve hasta el portalón árabe, se puede continuar en la planta inferior a lo largo de una serie de salas que contienen antigüedades púnicas halladas en Cartago: figurillas, cerámica, estelas del Tofet o necrópolis infantil, (donde las teorías se dividen, llegando incluso al sensacionalismo de los sacrificios infanticidas, para explicar esas cremaciones), bajorrelieves de la diosa Tanit y una estatua de terracota la deidad suprema, Baal Hamón. Después se llega a otras salas de mayor tamaño donde aparecen mosaicos paleocristianos del s. VI y un baptisterio de este periodo, hallado en la Isla de Jerba. Más allá comienza la colección de mosaicos romanos que se extenderá sobre todo, por las plantas superiores.
323 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Vista general de la sala que conduce a la escalera que da acceso a la primera planta.
Ascendiendo por una doble escalinata, de la que cuelgan paños de mosaicos funerarios paleocristianos, se accede a la segunda planta, donde suelos y paredes acogen multicolores mosaicos romanos de los yacimientos arqueológicos varios: de Thuburbo Majus, Duga…
Y llegados a la Sala de Cartago, situada en el antiguo patio del palacio, (actualmente cubierto), nos encontramos con estatuaria de la Cartago romana, dos descomunales mosaicos pavimentales de la Casa de Icarios de Oudna, uno de ellos representa a Dioniso entregando una vid a Icarios, rey del Ática, (de éste han dejado una réplica exacta en las ruinas de la casa) y el otro muestra escenas de la vida rural. En el centro del inmenso patio, han colocado el Altar o Ara de la Gens Augusta, un altar sacrificial que rememoraba la ascendencia y genealogía divina del emperador Augusto.

417 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Altar de la Gens Augusta, s. II d. C. Está situado en el centro de la sala.En la Sala de Susa, dedicada a la antigua ciudad de Hadrumetum, la mayor parte de lo expuesto adquiere proporciones ciclópeas, comenzando por la cabeza y los pies de una estatua de Júpiter encontrados en el capitolio de Thuburbo Majus. También es gigantesco el mosaico del Triunfo de Neptuno, que cubre el suelo y fue hallado en Hadrumetum, Susa. Pero la obra maestra de la sala es el mosaico denominado del Señor Julius, procedente de Cartago y que ilustra, a modo de cómic, la vida de un terrateniente en una villa rural.
395 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico del Sr. Julius, que representa una villa rural. Cartago, s. IV d. C.
La Sala de Duga contiene una maqueta de esta importantísima ciudad romana y varios mosaicos encontrados en ella, el más importante es el de los Tres Cíclopes, que da nombre a las termas donde fue hallado. En esta sala se puede admirar el mosaico más bello de todo el museo: Neptuno y las Cuatro Estaciones, realizado con una finura sin parangón, que procede de La Chebba. En la sala se abren dos hermosos miradores de madera pintada de azul turquesa, desde los cuales se puede contemplar la calle y la Mezquita del Bardo que se sitúa enfrente.379 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico representando a Neptuno y las Cuatro Estaciones. La Chebba, s. IV d. C. Considerado el mosaico más bello del museo.La Sala del Jem, se dedica a la ciudad de Thysdrus, la que hizo levantar el ambicioso anfiteatro que fue el tercero en dimensiones del mundo romano y que se mantiene en relativo buen estado. En esta sala hay mosaicos de bodegones y naturalezas muertas, uno de una montería y cubriendo el solado, El triunfo de Baco, con el dios montado en un carro tirado por dos tigresas y precedido por el semidiós Pan.
367 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Otro detalle del carruaje de Baco, del mosaico de las fotos precedentes.La sala de música del palacio beylical, con sus dos palcos, acoge la Sala de Althiburos, en cuyo pavimento se muestra un mosaico denominado Catálogo de Barcos, pues en él son visibles veintiocho barcos con sus nombres en griego o en latín. Asimismo, destaca en esta sala el Mosaico del Banquete, procedente de la Casa de las Estaciones de Dougga, que testimonia la vida de la casta patricia de la Cartago romana.
458 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. En el comedor se exhibe un mosaico que representa a Orfeo encantando a los animales salvajes con su lira.
En la Sala de Uthina u Oudna, acomodada en el antiguo comedor de palacio, cuelga Orfeo Encantando a los Animales, hallado en la Casa de los Laberii, del s. II d. n. e. No obstante, el mosaico más célebre de todo el museo, se halla en una preciosa sala octogonal coronada por una cúpula con atauriques de estuco, que formaba parte de las habitaciones privadas del bey. Es la Sala de Virgilio, así llamada porque este mosaico que nos ocupa, representa al gran poeta romano Virgilio sosteniendo un rollo de papiro sobre el que se lee el octavo verso de La Eneida y flanqueado por las musas Clío y Melpómene. El mosaico se encuentra totalmente intacto y es el único retrato conocido del poeta, por lo que se le ha rebautizado como "La Gioconda Tunecina". Fue encontrado en las ruinas de Hadrumetum, en la actual Susa y data del s. III.



484 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. La Gioconda Tunecina procede de Hadrumetum, en  Susa y data del s. III. Es el único retrato de Virgilio que se conoce.
Siguiendo el recorrido, en la Sala de los Bronces, numerosas estatuillas de este metal, representando a Eros, Dionisos y otras deidades, se exhiben, coquetas, tras de las diáfanas lunas de grandes vitrinas. Las Salas de las Excavaciones Submarinas de Mahdia, exponen los objetos encontrados en un pecio griego hundido a cinco Km. de la costa de Mahdia. Capiteles y esculturas presentan partes carcomidas y erosionadas por la acción del mar y el salitre y otras intactas, salvadas por la arena al haber quedado enterradas en el lecho marino.
En esta zona hay varias salas que exhiben mosaicos con temas relativos al mar y a sus mitológicos moradores: Neptuno y Anfitrite, Océano, Nereidas, caballitos y monstruos marinos, delfines…493 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Sala de las excavaciones submarinas de Mahdia. Busto de Afrodita o de Ariane, carcomido por el salitre.
Una imponente tumba romana de yeso y estuco preside, en el centro, la Sala del Mausoleo. Se rodea de mosaicos geométricos en el suelo y de otros en las paredes, entre los que sobresale uno con medallones de animales, inspirado en los juegos circenses y que proviene de Thuburbo Majus.
La Sala de Ulises, así llamada por el Mosaico de Ulises, que representa al héroe griego atado al mástil de un navío para no sucumbir a los cantos de las sirenas. Éstas son representadas según la mitología romana: mitad hombres, mitad aves de rapiña. Otros dos mosaicos de importancia que se ubican en esta sala son El Triunfo de Neptuno y Anfitrite y La Coronación de Venus. En las salas contiguas, hay otro mosaico similar a este último: Venus Coronada por Dos Centauros.





344 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico que representa a Venus coronada por dos centauros. Ellés, s. II d. C.
Ascendiendo a la segunda planta del museo, se pueden avistar los mosaicos pavimentales de la Sala de Cartago, con una perspectiva de pájaro y diversos puntos de vista, ya que dicha sala, el antiguo patio del palacio, es circundada enteramente por un corredor. La Sala de las Escenas de Caza, contiene mosaicos relativos a este tema, como Teseo Matando al Minotauro, motivo que se inscribe dentro de un dibujo geométrico y que simboliza el Laberinto de Cnosos. También hay mosaicos sobre combates de púgiles y de gladiadores, así como  de un "bestiare", El gladiador Bellunaire matando a un león en el anfiteatro.565 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. El bestiare Bellunaire matando un león en el circo. En la Sala XXI, cuelgan mosaicos de tema variado, sobresaliendo dos sobre Diana Cazadora. Por último, en la Sala de Acholla, se exponen los maravillosos mosaicos de grandes dimensiones que cubrían el suelo del frigidarium de las Termas de Trajano de la portuaria ciudad de Acholla, situada a cuarenta Km. al norte de la actual Sfax. También acompañan a este lote, mosaicos pertenecientes a villas de esta localidad, incluyendo los de la villa de un senador romano.
568 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico del frigidarium de las Termas de Trajano de Acholla. Próximo capítulo: Barrio de "La Goleta", (La Goulette)
Fotografías de Rafael y Mayte


Safe Creative #0903222802141

jueves, 26 de noviembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ II, ( la medina)

036 - Túnez, la Place de la Victoire, en la medina, tras franquear la Puerta de Francia.Franqueando la Puerta de Francia, una fuente moderna nos recibe con el alegre murmullo que produce el agua que mana, a borbotones, de sus surtidores. Esta parte de la Plaza de la Victoria ya pertenece a la medina, ("madinat" en lengua árabe), el casco antiguo, de tortuoso y laberíntico trazado de la capital tunecina. Son varias las callejas que se abren en la plaza, a través de las cuales podremos penetrar en el corazón de esta ciudad dentro de la ciudad. 038 - Túnez, la medina. La Rue de la Commission, se ubica cerca del Mercado el Ghalia y por eso se surte de productos para los lugareños.La calle que se halla más a la izquierda de la Puerta de Francia, paralela a la muralla, es la Rue de la Comission, en la que vivió Giuseppe Garibaldi durante su estadía en Túnez. Esta calle semeja uno de nuestros rastros, con sus puestos de mercadillo repletos de especias, legumbres y verduras, ropas, objetos de uso cotidiano y baratijas varias apropiadas para la clientela local.
La Rue de la Kasba lleva directamente a la Plaza de Gobierno, con el Palacio del Primer Ministro, (Dar el Bey) y otros edificios de carácter gubernamental, en el lugar del emplazamiento de la antigua kasbah. 047 - Túnez, la medina. La Rue Jamâa ez Zitouna con sus puestos específicos para turistas.De la Plaza de la Victoria también parte la Rue Jamâa ez Zitouna, que conduce, por el camino más breve, a la Gran Mezquita del Olivo o Jamâa ez Zitouna. Esta angosta calleja central rebosa de mercancías destinadas al público turístico. Los vendedores acosan literalmente a todos los extranjeros que, a duras penas, ascienden la pendiente, pero no es muy conveniente realizar compras en esta zona, ya que al ser muy frecuentada por los turistas, los precios de salida para el regateo, son ostensiblemente más elevados y los productos de inferior calidad. Es mejor reservarse para los zocos que se encontrarán más adelante. Incluso en la localidad cercana de Sidi Bou Said, (de la cual se tratará con posterioridad), tanto en las tiendas como en algunos puestos ambulantes, ofrecen artículos de categoría superior y de mejor gusto, por un coste ligeramente inferior.
050 - Túnez, la medina. Rincón de la Rue Jamâa ez Zitouna, con un artesano del latón trabajando ante una hermosa portada.La Rue Jamâa ez Zitouna da paso al Souk el Fekka o Zoco de los Frutos Secos, dedicado a la venta de pastas y dulces elaborados con tan deliciosos ingredientes. Mazapanes multicolores, con formas de pequeñas frutas y makrouds, diminutos bocaditos de hojaldre y dulce de dátil, típicos de la cuarta ciudad santa del Islam, Keirouán, se exhiben en improvisados mostradores, cubiertos de celofán para evitar el contacto de los alientos de quienes por tan exquisitos manjares suspiran.
056 - Túnez, la medina. El Souk El Fekka o zoco de los frutos secos con sus cafés y puestos que venden pastas, mazapanes y makrouds.Un antiguo café, denominado como la calle y la mezquita, "Café ez Zitouna", enorme, recubierto de floreados azulejos y frecuentado únicamente por varones, se aloja bajo la bóveda de cañón de este zoco cubierto. Allí los lugareños se toman su café turco o expresso o su té a la menta, con piñones o sin ellos o cualesquiera de las múltiples variedades de tes y cafés que ofertan y charlan animadamente mientras fuman sus narguilés o pipas de agua, cargadas con un tabaco que no es tal, aromatizado a la manzana, a la fresa…recuerdan que Túnez es y ha sido siempre un vergel, que actualmente cuenta con una producción agrícola envidiable y que en el legendario pasado, en la época de la Cartago romana, llegó a ser el granero de Roma.
078 - Túnez, la medina. Tras franquear la puerta se encuentra el patio, presidido por el alminar.Más allá, al fondo del zoco, que semeja un túnel, se halla la Gran Mezquita del Olivo, (Jamâa ez Zitouna), (abre de 8 a 12 h y cierra el viernes al público no musulmán. Entrada de pago que es necesario conservar, ya que es válida también para el resto de edificios musulmanes de la medina). La más antigua y grande de las mezquitas tunecinas, de origen omeya, levantada en el s. VIII, pero reformada y ampliada en numerosas ocasiones, por los aglabíes en el s. IX, por los ziríes en el X, por los otomanos en el XVII…Este templo musulmán es el segundo en importancia del país después de la Gran Mezquita de Keirouán, la más santa del Magreb. La Jamâa ez Zitouna fue, asimismo, la universidad más antigua de toda África, lugar donde el filósofo e intelectual Ibn Khaldún predicó sus enseñanzas. Esta actividad docente quedó interrumpida en tiempos de Habib Bourguiba, para ser retomada por orden de su sucesor, el actual presidente de la república, (y dictador), Ben Alí, que accedió al poder tras un golpe de estado.
090 - Túnez, la medina. Vista del patio y de la cúpula que preside la sala de oración, a la cual tampoco permiten acceder a los turistas.
La Gran Mezquita presenta una logia de doble columnata en su fachada principal y esa galería da paso a un vasto patio, rodeado de pórticos en tres de sus lados. Los no creyentes se encuentran imposibilitados para acceder a él y han de conformarse con admirar tan hermosa obra arquitectónica desde una valla de madera. Al fondo del patio se yergue, orgulloso, el alminar o minarete, de estilo andalusí, no en vano Túnez fue país de acogida para los moriscos expulsados del nuestro durante las persecuciones de que fueron objeto por parte de los monarcas y las instituciones católicas, de entre ellas el Santo Oficio. Esta torre cuadrangular, de cuarenta y cuatro metros de altura, nos retrotrae al glorioso pasado de Al Ándalus, con sus relieves de lacerías y sus merlones rematando la terraza. El patio, por el contrario, es de estilo turco, con arcadas de medio punto peraltadas, que se sustentan sobre capiteles expoliados de las ruinas de la antigua Cartago. Del mismo lugar y de otros yacimientos arqueológicos, proceden los que decoran la impresionante sala de oración, compuesta de quince naves e iluminada con lámparas de cristal de Murano veneciano. Tampoco a ella puede acceder el público no musulmán, que ha de resignarse e imaginar el esplendor de tan portentosa estancia, coronada por la cúpula del bahou, con sus estrías de piedra bicolor.
097 - Túnez, la medina. Otra vista del zoco de Attarine desde lo alto de la galería de la Gran Mezquita Jamâa ez Zitouna.La Gran mezquita del Olivo se encuentra rodeada por los diferentes zocos, el Souk de Attarine o Zoco de los Perfumistas, con profundas y estrechas tiendas donde el jazmín y los aromas amaderados y almizclados se funden y confunden hasta lograr la magia del perfume, encerrado en pequeños y preciosos frascos de vidrio con decoraciones de oro. Allí se ubica también la Biblioteca Nacional, un vetusto cuartel turco poblado por no menos añejos legajos procedentes de la Gran Mezquita y de las madrasas anexas: coranes y otros manuscritos árabes, poseedores del saber de su tiempo, que ahora ocupan, como habitantes inciertos, los otrora aposentos de las compañías de los temibles jenízaros.
101 - Túnez, la medina.  Portada de la Biblioteca  Nacional, en el Zoco de Attarine o de los Perfumistas.
El Souk el Trouk o Zoco de los Turcos prolonga al de los perfumistas. Techado por una elegante bóveda de ladrillo, aloja mercaderías tan dispares como los textiles, los muebles, las alfombras o la marroquinería. En él se encuentra la antigua Casa Ed Dar, ahora ocupada por un selecto anticuario, a cuyo interior se puede acceder no sólo a mirar o adquirir costosos objetos, sino también para ascender a la azotea y así poder obtener magníficas vistas sobre esta parte de la medina, al pie del minarete de la Gran Mezquita. El caserón en sí mismo también es muy interesante, con sus escaleras alicatadas con azulejos multicolores y su cocina, conservada como antaño. Sin lugar a dudas, si se busca un souvenir o un regalo con empaque y buen gusto, éste es el lugar idóneo.







173 -  Túnez, la medina.Vista del minarete de la Mezquita Hammouda Pachá desde la azotea de la Casa Ed Dar.
A la derecha de la Gran Mezquita se abre el Souk des Libraires o Zoco de los Libreros, con el Complejo de las Tres Madrasas (o medersas), las escuelas coránicas, (oficialmente no están abiertas al público, pero se permite el acceso libre y no es necesario abonar ninguna entrada, si bien hay pícaros que pretenden timar a los turistas haciéndose pasar por encargados y solicitando a cambio una propina).
113 -  Túnez, la medina. La construcción de la  Madrasa del Palmero se remonta a 1714..La Madrasa del Palmero, así llamada por la palmera que antaño sombreaba su patio, porticado éste con columnas cuyos fustes son de mármol negro y se coronan con albugíneos capiteles también marmóreos, que recuerdan a la mezquita de Córdoba, tal es su estilo andalusí.
135 - Túnez, la medina. La Madrasa Bachiya data de 1752.La siguen la Madrasa de Bachiya, con sus filigranas de yesería y sus columnas delicadas y esbeltas, que rememoran el arte nazarí de la Alhambra de Granada y la Madrasa de Slimaniya, con un patio muy similar al de la del Palmero, pero con columnas de níveos fustes y, como la primera, con dovelas alternando el blanco y el negro para ornamentación de sus arquerías.
154 -  Túnez, la medina. El patio de la Madrasa Slimaniya es similar al de la del Palmero, pero con los fustes de las columnas de mármol blanco en lugar de negro.Frente a la Madrasa del Palmero, llama la atención la puerta roja y verde del Hammam Kachachine, un establecimiento público de baños al estilo turco o árabe, apto sólo para hombres.
119 -  Túnez, la medina. El Hamman Kachachine se ubica justo frente a la Madrasa del Palmero.
El Zoco de los Turcos desemboca en la Mezquita de Sidi Youssef, o de los Turcos, erigida por los otomanos que en el s. XVII deseaban contar con su propio templo dedicado al rito hanefita. En su patio se ubica la tumba o tourbet de su fundador, Youssef Dey y se remata con un alminar de sección octogonal, el primero que se levantó con esta forma en Túnez. Esta mezquita no está abierta al público no musulmán, así que sólo podrá ser contemplada desde el exterior.
181 - Túnez, la medina. La Mezquita Sidi Youssef se encuentra al final del Zoco de los Turcos y al lado de Dar el Bey, el Palacio Presidencial.
Contiguo a esta mezquita se encuentra Dar el Bey o Palacio del Bey, así llamado por ser la augusta morada de los beys o gobernantes locales bajo dominio turco. Data del s. XVIII, de imponentes dimensiones y con espléndidas fachadas de piedra de color ocre dorado. Fue la sede del Gobierno en tiempos del protectorado francés y en la actualidad es la residencia del primer ministro, así como también lo ocupa el Ministerio de Asuntos Exteriores, por lo que cualquier fotografía está estrictamente prohibida.
190 - Túnez, la medina. El Palacio del Bey o Dar el Bey, antigua residencia de los beys o gobernantes turcos.
Frente a Dar el Bey se halla el Ministerio de Finanzas, un edificio blanco con un reloj en medio que más bien parece un consistorio que otra cosa y a su lado, el Secretariado General de Gobierno. Todas estas edificaciones oficiales están enclavadas en la Place du Governement, en la parte más alta de la medina, donde antiguamente se levantaba la Alcazaba.
Volviendo atrás, descendiendo la kasbah, los zocos se abren como intrincadas rutas para alcanzar el oriente de las mil y una noches. El Zoco de las Chechias, donde el visitante podrá asistir al proceso artesanal de fabricación de estas boinas, introducidas por los inmigrantes andalusíes en el s. XVII y que hoy se exportan con ligeras variantes a países como Libia, Chad o Somalia. Son similares al fez marroquí, pero la chechia tunecina es más achatada, roja y sin borla y la chechia libia casi igual a la de Túnez, pero negra y con borla…
Un poco más allá, a la salida del Zoco de las Chechias y al lado de Dar el Bey, está el zoco que lleva su nombre: Souk el Bey. Sin bóvedas que lo cubran, sobrio y distinguido, los escaparates de sus comercios exponen joyas y orfebrería de calidad.
Continuando, se llega a la Mezquita Hammouda Pachá, del s. XVII, de pequeño tamaño, pero hermosa impronta, con arquerías ciegas y un minarete octogonal, es muy semejante a la Mezquita de los Turcos y como ella, también alberga en su patio el mausoleo de su patrono y tampoco es visitable por los no creyentes.
179 - Túnez, la medina. La Mezquita Hammouda Pachá contiene el mausoleo de ese santo, pero su entrada está vetada a los no creyentes.Retornando al Zoco el Bey y recorriéndolo de nuevo en dirección opuesta, se penetra en una callejuela cubierta que constituye el Souk el Berka o Zoco de los Esclavos. Se continúa hasta una placita, situada bajo una bóveda sujeta por seis columnas pintadas de rojo y negro alternativamente y en ese lugar es donde antaño se realizaban las ventas de esclavos, los cuales eran obligados a mostrarse subidos a una tarima. Ahora, se exhibe un pajarillo dentro de una pequeña jaula que cuelga de una de las columnas, como recordatorio de la infausta cautividad de aquellos desdichados. Salvo ese nimio detalle, ya nada recuerda la antigua función de este zoco, dedicado en la actualidad a la venta de joyas y piedras preciosas que refulgen por doquier, con tiendas de madera tallada pintadas en azul celeste.
Perpendicularmente a este zoco, se encuentra el Souk el Lefta, especializado en alfombras y mantas y cerca el Souk ed Dziria, ambos muy antiguos y con vetustas tiendas que harán las delicias de los fotógrafos aficionados a lo pintoresco. En el Zoco el Lefta hay un establecimiento llamado "El Palacio de Oriente", que también consta de una azotea muy similar a la de la Casa Ed Dar y a la que se puede subir libremente, previa solicitud a los empleados de la tienda, para obtener una buena vista panorámica de esta zona de la medina. La terraza del tejado se encuentra alicatada con antigua cerámica policromada y ornamentada con plantas como la de la casona Ed Dar, así que resulta doblemente gratificante visitarla.
165 - Túnez, la medina. El Zoco del Algodón, que forma parte del Souk el Koumach o Zoco de las Telas.
En la parte inferior del Zoco el Leffa, girando a la izquierda, se llega al Souk el Koumach o Zoco de las Telas, del s. XV, que bordea el muro oeste de la Gran Mezquita y se forma por tres naves separadas por columnas pintadas en rojo y verde. Las mercancías que aquí se muestran están relacionadas sobre todo con las bodas y las ceremonias de circuncisión. Montones de detalles florales hechos con tules, gasas y sedas blancas y de tonos pastel se apilan cuidadosamente y resultan llamativos unos cestos de mimbre forrados de raso blanco acolchado, los turistas creen que son camas para gatos de lujo, pero nada más lejos de la realidad, en Túnez se trata muy bien a los mininos, pero no se llega a tanto: son cestas para portar los regalos del novio a su futura desposada.
160 - Túnez, la medina. Souk el Koumach o Zoco de las Telas, con atavíos y complementos para bodas y ceremonias.



Después se accede al Zoco de las Mujeres o Souk des Femmes, especializado en ropa de segunda mano y después se llega al Zoco de la Lana y al del Algodón, donde se venden ropa y joyería destinadas a las féminas autóctonas. Más arriba se halla el Zoco de los Orfebres, cuyas abigarradas y desmesuradas joyas sólo son del gusto de los orientales y además, muy a tener en cuenta es el hecho de que el oro que allí se vende, con frecuencia, es nada más que de catorce kilates.
167 - Túnez, la medina. El Zoco de la Lana o Souk de la Laine, que también forma parte del Souk el Koumach.



Continuando hacía la Mezquita de Hammouda Pachá y bajando por la Rue de la Kasbah, girando después a la derecha por la Rue El Jelloud, se accede a un callejón que lleva por nombre Echemmahia, allí, en el número nueve, dentro de una casa particular, se halla la Tumba de la Princesa Aziza, con bellísimas decoraciones interiores de estuco y cerámica. Volviendo a la Rue de la Kasbah, se encuentra el Souk de Nahas o Zoco del Cobre, donde los artesanos martillean sin cesar, produciendo una alegre y rítmica melodía, las bandejas repujadas y cinceladas que habrán de servir para contener los dulces y otras delicias culinarias.



208 - Túnez, la medina. Cada cúpula del Tourbet el Bey corresponde a una cámara funeraria, donde se hallan las tumbas de soberanos, familiares y algunos de sus ministros.
El Tourbet el Bey es el monumento funerario de los príncipes husseinitas, (el de mayor envergadura de todo Túnez) y fue erigido por Alí Pachá II en el s. XVIII. (Abre de 9,30 a 16,30 h. Cierra los lunes y es preciso pagar entrada). En este mausoleo descansan, en su eterno sueño, los beys o soberanos dependientes del sultán de Turquía, sus familias e incluso alguno de sus ministros. Su exterior destaca por sus sobrias y elegantes fachadas de arenisca dorada y mármol blanco, con decoraciones florales en bajorrelieve, ribeteando las esquinas y pilastras. En la techumbre asoman varias cúpulas recubiertas de tejas verdes o simplemente encaladas, una por cada cámara funeraria. El interior sorprende por sus paredes cubiertas de cerámica naranja y amarilla, un paradójico derroche de color y alegría para honrar a los difuntos. El desorden se adueña de las cámaras sepulcrales: ora una lápida aquí, ora otra allá… sólo en la sala de los monarcas que llegaron a gobernar y sus esposas, reina cierto orden. En ella, los paramentos verticales y los pavimentos, se revisten de mármoles italianos de diversos colores y los finados reposan en el interior de grandes sarcófagos, los de los hombres con pequeñas columnillas prismáticas nimbadas por un turbante o tarbouch y los de las mujeres con placas de mármol colocadas en los extremos.
217 - Túnez, la medina. El patio central del Dar Ben Abdallah.
Descendiendo por la Rue Sidi Zahmoul, girando a la izquierda y bajando la Rue Sidi Kassen, girando a la derecha a la altura del número nueve, se pasa bajo el arco del callejón Ben Abdallah y se llega al Museo de Artes y Tradiciones Populares, instalado en el Palacio Ben Abdallah, edificado en el s. XVIII, (abre de 9,30 a 16,30. Cierra lunes. Entrada de pago). El edificio palacial cuenta con un hermoso patio interior, de mármol blanco, porticado con columnas de este mismo material y color y estucado con atauriques y lacerías. Un zócalo de cerámica policromada le proporciona colorido y una fuente central, cuyo surtidor se adorna con un trío de delfines, alegría. Sobre el pórtico se alza un segundo piso, con un corredor delimitado por una balaustrada de madera pintada de azul celeste. Sin duda, se trata de un patio encantador que ilumina las estancias privadas del palacio, actualmente ocupadas por la exposición del museo: unos maniquíes, vestidos a la antigua usanza, ilustran las actividades propias de los moradores de una casa burguesa tradicional del s. XIX, ocupando los cuartos correspondientes a hombres, a mujeres o a niños, con la cocina y el baño o hammam y todos los utensilios necesarios, además de mobiliario de época, joyas o juguetes. También se muestran los oficios propios de los zocos: orfebres, tejedores, guarnicioneros y todo tipo de artesanos.228 -  Túnez, la medina. El Dar Ben Abdallah alberga el Museo de Artes y Tradiciones Populares.

Saliendo a la Rue des Teinturiers o Calle de los Tintoreros, (zoco donde se tiñen a mano los tejidos), se llega enseguida a la Rue el M'Bazaa, donde se encuentra el Dar Othman, un caserón del s. XVI hecho edificar por el bey Othman, que se enriqueció por su relación con los raís o corsarios musulmanes, (antiguos esclavos europeos convertidos al Islam). El palacio es de dimensiones modestas, pero posee un pequeño patio ajardinado encantador y alberga la Oficina de la Conservación de la Medina, así que su acceso es libre y gratuito.
234 - Túnez, la medina. El hamman o baño típico del Dar Ben Abdallah.
Volviendo de nuevo a la Rue des Teinturiers , se gira a la izquierda por la Rue del Trèsor y la Rue el Karchani, preciosas calles jalonadas de puertas azul turquesa adornadas con clavos, idénticas a las típicas de la idílica localidad de Sidi Bou Said. Se ha de continuar subiendo hasta llegar a la Rue Andalous, la más bella vía de toda la medina, con esbeltos arcos de herradura, que dan paso a residencias aristocráticas que rememoran el pasado andalusí de este rincón, cobijo de los inmigrantes adinerados que fueron expulsados por la intolerancia española de la época. Sin duda, es un sitio calmo y tranquilo, donde los numerosos gatos que pululan por toda la medina, se prestan a dormitar en cualquier parte, haciendo suyo el lugar, como si de su feudo se tratase.
235 - Túnez, la medina. Portadas en la Rue des Teintouriers o Calle de los Tintoreros.
Subiendo desde la Rue Andalous, a su izquierda, se arriba a la Plaza del Castillo y se accede al Dar Hussein, un palacio del s. XVIII que ostenta la fama de ser el más hermoso de todo Túnez. Hoy en día sus dependencias acogen el Instituto Nacional de Arqueología y Artes y no está abierto al público, pero el visitante puede pasar sin problemas al patio de mármol blanco, con azulejería de Kallaline y filigranas de estuco, que da paso a otro de menor tamaño en el que luce un cuidado jardín, reflejo mundano del paraíso perdido.
En la periferia de la medina se encuentra la Mezquita de Sidi Mahrez, del s. XVII, de influencia otomana, con sus cúpulas blancas que destacan sobre el azul intenso del cielo. Consta de un patio un tanto angosto con forma de L y una gran sala de oración. Esta mezquita ha sido objeto de una remodelación tan exhaustiva que es muy criticada por parte de los expertos. Frente a ella, al otro lado de la calle, está la Zawilla de Sidi Mahrez, el patrón de Túnez. En ambos lugares no se permite la entrada al público no musulmán.
245 - Túnez, Mezquita de Sidi Mahrez.
Próximo capítulo: Museo del Bardo

Fotografías de Rafael y Mayte

Safe Creative #0903222802141

jueves, 19 de noviembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ I, (la ville nouvelle)

001 - Túnez, Avenida Habib Bourguiba, con el reloj, (el despertador), al fondo, en la Plaza du 7 Novembre. Habib Burguiba fue a Túnez lo que Atatürk a Turquía, pero sin las tendencias fascistoides de éste. Gran modernizador, transformó en un estado laico el pequeño país de mayoría netamente musulmana. Abolió la poligamia y las mujeres alcanzaron la práctica igualdad de derechos que los hombres, si bien son ellas, realmente, quienes deciden el grado de libertad que desean disfrutar y así se ven, conjuntamente, féminas cubiertas con un recatado shador o con un más que pudoroso velo negro que apenas deja entrever sus ojos y otras ataviadas al modo occidental, incluso con camisetas ceñidas y hasta escotadas.
006 - Túnez, el Teatro Municipal, es uno de los pocos que existen en el mundo de estilo modernista.
La avenida principal de la capital del país, (al igual que en la mayoría de las ciudades tunecinas), lleva el nombre de este insigne estadista. Es una vía amplia, que consta de cuatro carriles para el tráfico rodado, separados por un paseo arbolado y bordeada de edificios modernistas de la época del protectorado francés y de otros de no tan bella factura, que datan de los psicodélicos años setenta. De entre los primeros destaca el hermoso Teatro Municipal, de los pocos que hay en el mundo de estilo art noveau y frente a él, el mamotreto del Hotel Hana International, en el cual pernoctamos durante nuestra estancia en Túnez. Del hotel, un antiguo cinco estrellas en los "seventies", rebajado ahora de categoría a cuatro, destacar su inmejorable ubicación y recomendar las habitaciones renovadas, que tienen un muy buen precio y son confortables. De las que aún tienen sin rehabilitar, mejor ni pensarlo, pues aunque son sensiblemente más económicas y cuentan también con aire acondicionado y minibar, presentan un mobiliario vetusto y las típicas manchas en las moquetas imposibles de eliminar. No obstante, la limpieza era correcta, salvando que lo viejo siempre aparenta sucio aun cuando no lo esté, (de ahí mi insistencia en la elección de un dormitorio con baño reformados) y el desayuno buffet era abundante y adecuado, sin embargo, se echaba a faltar la fruta, ya fuese natural o en almíbar.
009 - Túnez, el Teatro Municipal, una joya Art Decó.Si el presupuesto del viajero fuese más holgado, la alternativa más adecuada sería la de un hotel de superior categoría o al menos, un cinco estrellas que hiciese honor a las mismas, en este caso mi recomendación se inclinaría por el Sheraton, ubicado en el Parc du Belvédère, una enorme mancha verde que ocupa una colina distante unos dos Km. del centro de la ciudad, con edificaciones opulentas que dan fe de su condición de barrio caro. De este hotel sólo puedo constatar su suntuosa recepción, ya que en ella contratamos un vehículo de alquiler con la conocida empresa AVIS, pero no es difícil adivinar el lujo con que han de estar decoradas las habitaciones, puesto que, en el pasado, nos hemos alojado en algún establecimiento de la misma cadena y es una de las habituales en cuanto al máximo lujo y confort. No obstante, un automóvil arrendado se hace innecesario en esta urbe, (nosotros lo contratamos para visitar los alrededores), puesto que el precio de los taxis es absolutamente ridículo y funcionan siempre con el taxímetro en marcha, con lo cual no hay que pactarlo previamente como es usual en los países de ámbito musulmán. El Parque del Belvédère no sólo es el pulmón de esta ciudad, más de cien hectáreas de palmeras, pinos, olivos, ficus, eucaliptos… sino que también reúne atractivos para el visitante: una laguna y un café muy frecuentado por la juventud tunecina, un parque zoológico, (abre de 9 a 18 h. y cierra los lunes, entrada de pago), el Museo de Arte Moderno, (cuya entrada es gratuita y abre todos los días) y en la cima del cerro, la Kubba, (abierto a diario, entrada libre), un pabellón del s. XVII que ha sido trasladado a este lugar desde su emplazamiento original, en un barrio de la ciudad. Con su oronda cúpula, sus atauriques y lacerías de yeso, sus gráciles arcos soportados por marmóreas columnas, sus vidrieras… sus pasillos, prestos ahora a ser recorridos por cuanto viajero pretenda gozar de las maravillosas vistas sobre la fronda que lo rodea y sobre el golfo de Túnez. Un lugar idóneo para las parejas de enamorados que podrán contemplar, desde su terraza, una idílica puesta de sol.
020 - Túnez, vista de la Avenue de Habib Bourguiba, con su paseo arbolado en medio de la calzada.Y volviendo a la céntrica Avenida Habib Bourguiba, frente al hotel Hana International y al lado del teatro, existen dos establecimientos de hostelería muy aconsejables: el Café de París, con una gran terraza y un pequeño restaurante, en donde sirven alcohol a un precio moderado y a su lado, el pequeño Café del Restaurante Capitol, lugar en el que preparan enormes y sabrosas crêpes rellenas de quesos y atún para degustar en el local, en la calle o llevar, por menos de un par de míseros dinares. Ahí ya no despachan bebidas alcohólicas, como tampoco lo hacen en el restaurante homónimo, (avalado encarecidamente por la guía Routard o Trotamundos), sito en el primer piso y al que se accede independientemente desde la calle. En este modesto restaurante, pulcro y con una decoración un tanto kistch, se pueden probar los platos tunecinos más típicos, como el brick, una empanadilla grande, de hojaldre frito, que contiene siempre un huevo entero y otros ingredientes: atún, gambas…ciertamente, el más delicioso de los entrantes. También preparan un excelente cuscús de cordero o de pescado, (especie de "cocido" o puchero con sémola de trigo duro, patatas, zanahoria y los citados ingredientes proteínicos: el cordero o el pescado). El tajín tunecino no se parece en nada al marroquí, ni siquiera se presenta en el recipiente de cerámica del mismo nombre, pues este tajín es un pudin compuesto de huevos, carnes y verduras, amén de especias varias.
Otro restaurante, éste más en la línea de comida rápida, pero muy a tener en cuenta, es el "Panorama", en la acera de enfrente, caminando en dirección a la Torre de África, comúnmente llamada el "Despertador", un esbelto reloj de pie, de hierro cual mecano, que se yergue al principio de la avenida, en la otrora Plaza Afrique, que ha perdido su exótico nombre en favor del de " Du 7 Novembre". En el amplísimo "Café Panorama" tampoco se puede consumir alcohol, pero es posible degustar pizzas, pasta, crêpes, bricks, carnes, pescados, helados…por poco más dinero que en el Capitol. Y para rematar el ágape: un buen café o mejor aún, un aromático té a la menta, el más genuino sabor de Túnez.
La torre de África, en la Avenida Habib Bourguiba.Si lo que se pretende es almorzar o cenar en un sitio con más caché, la elección se podría decantar por el restaurante Chez Nous, situado al principio de la Rue Marseille, una bocacalle que se abre en la avenida. Es íntimo, acogedor, con "charme", y posee una pequeña terraza. Lleva abierto desde 1935 y es ideal para los mitómanos, pues ante sus mesas se han sentado personalidades y estrellas de la talla de Edith Piaf, la sempiterna reina de la canción francesa o el inefable campeón de los pesos pesados Cassius Clay, (Mohamed Alí) o uno, sino el mejor, de los futbolistas que el mundo haya podido contemplar: el "brasileiro" Pelé. Los precios no son comedidos precisamente, pero las viandas son exquisitas y se pueden regar con uno de los caldos que este país magrebí produce generosamente: buenos tintos como el viueux magon o el haut mornag o blancos como el kelibia, un moscatel delicioso. Para finalizar, nada mejor que el thibarine, un licor de vino y plantas aromáticas o la boukha, un aguardiente de higo que también se consume como aperitivo, convenientemente helado.
Desafortunadamente, el servicio no es demasiado amable, como suele ser frecuente en este tipo de establecimientos finos y "estirados", así como tampoco lo es la clientela habitual: ejecutivos y hombres de negocios.
029 - Túnez, La Avenida de Francia, soportal con azulejos antiguos, al lado de la Puerta de Francia.
En las cálidas noches estivales y hasta bien entrada la madrugada, la Avenida Habib Bourguiba bulle de vida con la afluencia de jóvenes, (mayoritariamente mocedad masculina), que ocupan casi la totalidad de las terrazas de cafés y restaurantes. Bellos efebos, vestidos a la última moda casual europea, que escrutan bajo la tenue luz de las farolas, a cuanta muchacha recorre las aceras. Ellas, en proporción mucho más escasa, van siempre acompañadas de otras chicas o de novios, esposos o hermanos y lucen atuendos dispares, desde unos ajustados pantalones vaqueros con la abundante y larga cabellera al viento, hasta una falda tobillera y el pañuelo cubriendo la testa, como signo de fidelidad a la sharía. La mayoría son de complexión delgada y armoniosas facciones. Resulta paradójico que algunas oculten tan agraciados rostros y tan exuberantes melenas en aras de unos preceptos religiosos ya obsoletos, como si la belleza fuese una incitación al pecado, al mal, cuando es, justamente, el más divino de los regalos.
Túnez, un vendedor de jazmín, con su atavío tradicional.
Mezclados con el gentío que disfruta de la noche, los vendedores de jazmín recorren una y otra vez los veladores de las atestadas terrazas, ávidos de realizar alguna venta. Son individuos de avanzada edad, ataviados con casaca y pantalones blancos, chaleco rojo y tocados con una chechia blanca, (la boina o "fez" de Túnez) o chiquillos risueños y traviesos, los que, portando una bandeja de paja trenzada en una de sus manos, ofrecen con la otra su fragante mercancía a los hombres nativos o a las mujeres turistas. Y es que los varones tunecinos tienen por costumbre orlar uno de sus pabellones auditivos con una flor de jazmín y así percibir, constantemente, el dulce perfume que exhala. Como esta tradición no es vista con buenos ojos por los occidentales heterosexuales, que pueden tomarla como un signo de amaneramiento cuando no es tal, los comerciantes de tan bienoliente género lo ofertan a las féminas extranjeras, sabedores de que en nuestro mundo son quienes verdaderamente aprecian tales productos y para ello portan collares de pétalos ensartados en hilo, que mantendrán su aroma incluso después de haberse secado.
025 - Túnez, ante el templo católico se yergue la estatua del sabio andalusí Ibn Khaldoun. 
La Avenida Habib Bourguiba desemboca en la Plaza de la Independencia, donde se ubica la decimonónica Catedral de St. Vicent de Paul, de arquitectura neo-bizantina. Ante este templo católico, se yergue una estatua representando a Ibn Khaldoun, el intelectual andalusí exiliado en Túnez: sociólogo, historiador, político, científico...una de las figuras más relevantes del ingente potencial cultural del Islam bajomedieval.
Tras la plaza, la avenida se prolonga mutando su nombre por el de Francia y se halla flanqueada por inmuebles de estilo historicista de principios del pasado siglo, pintados en níveo blanco, marfil y tonalidades crema pálido, resaltando molduras y adornos que sugieren los de una tarta nupcial. Edificios y farolas remiten al París de la Belle Époque.
028 - Túnez, otra vista del inmueble de la fotografía anterior, en la Avenida de Francia.
Al término de esta vía se encuentra la Puerta de Francia, antaño "Puerta del Mar", (Bab el Bhar), un arco triunfal de herradura, que, por su aspecto fortificado, (no en vano fue una de las puertas de la muralla que rodea la medina), recuerda la entrada a un bastión o ribat y que actúa como simbólica barrera arquitectónica entre la ciudad nueva y la ciudad antigua o kasbah, dividiendo en dos la Plaza de la Victoria.
033 - Túnez, la Puerta de Francia,  antes llamada Puerta del Mar, (Bab el Bhar). El Mercado Central o El Galla se encuentra muy próximo a la Puerta de Francia, extramuros de la antigua muralla de la medina y comprende tiendas cubiertas donde se despachan carnes y pescados y puestos al aire libre para frutas, verduras y hortalizas, aunando colorido y ambiente popular.
236 - Túnez, la medina. Mercado El Galla o Mercado Central, uno de los puestos de pescado.
238 - Túnez, la medina. Puesto de verduras y hortalizas en el Mercado El Galla.
Próximo capítulo: LA MEDINA
Fotografías de Rafael Martínez

Safe Creative #0903222802141

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Cuadernos de viaje: ZHANGMU, EN LA FRONTERA DE TÍBET Y NEPAL

Tíbet, el río Lhasa.
A modo de introducción, diré que viajar es la mayor de mis pasiones. Ocupo la mayor parte de mi tiempo libre en clasificar fotografías y vídeos de mi anterior viaje y preparando el siguiente. Esa actividad devuelve a mi mente recuerdos indelebles y me provee también de la emoción de descubrir nuevos paraísos, de encontrar la belleza allá adonde fuere.
Podría ahora escribir sobre algunos de los destinos más divulgados que he visitado, pero ya con anterioridad opté por hacerlo sobre un lugar menos conocido, quizás con la intención de promocionarlo en la medida de mis humildes posibilidades. Mas no es ése exactamente el propósito de este texto, por cuanto que al lugar sobre el que voy a hablar sólo se llega tras haber culminado un periplo por alguno de los dos países con los que conforma frontera. Se trata de la pequeña población de Zhangmu, en el lindero entre el sur del Tíbet y el este de Nepal, en una zona denominada los “Pies del Himalaya”. Ese núcleo y las zonas colindantes son el motivo en torno al cual gira la presente crónica.
China, Beijing, el Templo del Yongue Gong.
Transcurría el verano del año 2008, mi compañero y yo habíamos pasado algo más de una semana en la República Popular China, entre Beijing (Pekín) y Xi’an, y después de saturarnos de ver los curvilíneos tejados de la Ciudad Prohibida, el Palacio de Verano, el Templo del Cielo o el Yongue Gong, entre otros, y de recorrer parte de la celebérrima Gran Muralla, así como de deleitarnos con la visión de pagodas varias y con el espectacular ejército de terracota del primer emperador de China, Qin She Huang-di, nos trasladamos por vía aérea a la Región Autónoma del Tíbet, que, desafortunadamente, también pertenece a China.
Xi'an, los guerreros de terracota del emperador Qin She Huang Di
Permanecimos veinte días en el Tíbet, el llamado y con razón, Techo del Mundo, porque es el lugar de la Tierra donde un ser humano, con los pies bien aferrados al suelo, se siente más próximo a la bóveda celeste. Recalamos en Lhasa, la Ciudad Santa del budismo, no sólo de la fe tántrica tibetana, sino de toda creencia budista, (ya sea Mahayana, Theravada, Vajrayana, Nichiren o Zen). Continuamente llegan a Lhasa oleadas de peregrinos, tanto tibetanos como del resto de Asia. Los primeros, hacinados en camiones y autobuses destartalados o a pie y realizando continuas postraciones, y los segundos, mayoritariamente en aeronave o autopullman de lujo, puesto que su nivel económico es muy superior.
Tíbet, Lhasa, el Palacio de Potala.
Algunos viajeros occidentales se entremezclan con esta marabunta humana que circunvala el casco urbano, las plazas y los templos, siempre siguiendo el ritual del sentido de las agujas del reloj. Ocasionalmente, algún turista despistado conculca esta sagrada norma incurriendo en un grave sacrilegio que peregrinos y locales castigan sólo con la mirada y con un ligero movimiento de cabeza, tal es el espíritu apacible de este devoto pueblo.
Tíbet, Lhasa, Monasterio de Sera.
Abandonamos Lhasa en dirección sur, siguiendo la ruta de las grandes lamaserías de las cuatro órdenes monásticas tántricas: Kagyupa, Sakyapa, Kadampa y Gelugpa (esta última es la más numerosa y a la que pertenece el controvertido Dalai Lama). Tras la visita de las principales gompas o monasterios y de enclaves más o menos importantes como Tsedang, el Valle de Chongye, el Valle de Yarlung, Gyantsé, Xigatsé, Lhatsé y de avistar paisajes grandiosos, como el de la cadena de los Himalayas con el monte Everest a la cabeza, a cuyo campo base arribamos o del majestuoso Lago Yamdrok, de cristalinas y purísimas aguas turquesa, llegaba el momento de concluir nuestro trayecto por la tierra de Palden Lhamo, una diablesa benéfica y protectora del budismo tibetano, clara herencia de la antigua fe animista Bon.
Tíbet, Gyantse, Monasterio de Pelkor Chode
Nos acercábamos a la zona próxima a la frontera con Nepal, habíamos recorrido infinidad de kilómetros por la llamada “Carretera de la Amistad”, que, para nuestro pesar, se encontraba totalmente bajo labores de ampliación. No nos sorprendía constatar que los trabajadores de la futura autovía eran mayoritariamente de sexo femenino. Menudas y delicadas jóvenes que se dejaban la piel con el pico y la pala por un salario de miseria. Y afirmo que no nos sorprendía, porque ya en Lhasa habíamos tenido ocasión de comprobar que eran ellas quienes se encargaban del peonaje en las obras civiles y públicas, ayudadas por los varones ancianos, mientras que los mancebos se dedicaban a la regalada vida contemplativa de los cenobios.
Tíbet,Gyantsé,  Monasterio de Pelkor Chode con la fortaleza del Dzong al fondo.







A causa de las tareas de ensanche, nos desviaban continuamente por pistas de terracería casi infranqueables, en las que muchos vehículos de tipo turismo y autocares se quedaban embarrancados. Ante semejante perspectiva, dábamos gracias a ese nítido cielo porque el nuestro era un todoterreno, y con ello aumentaban las posibilidades de salir de aquella pesadilla. Aun así, no las teníamos todas con nosotros, porque tras repostar en una vetusta gasolinera sufrimos una avería, debida, sin lugar a dudas, a que el combustible había sido adulterado y que, afortunadamente, fue resuelta no sin antes hacernos pasar un muy mal momento.
Tíbet, Lago Yamdrok.
Recuerdo que me pasaba todo el tiempo con la mejilla pegada a la ventanilla, admirando embelesada aquel paisaje de indescriptible belleza, hibridado con la Luna: el suave relieve de la meseta, de tonos terrosos mezclados con el verde pajizo de las praderas agostadas por el sol de la canícula… las montañas que circundaban esa meseta, también de matices siena, secas, peladas, desprovistas de vegetación alguna, achatadas, de aristas limadas por el impío viento, redondeadas, evocadoramente femeninas… la Madre Tierra en todo su esplendor… y el firmamento, cercano, protector, tan limpio… tan puro… teñido de azul intenso y surcado por blancas nubes algodonosas, cuyas oníricas formas incitaban mi imaginación.
Tíbet, paisaje cerca de Llatsé.
Desde la población de Tingri se divisaban, al sur, algunos de los grandes picos más sobresalientes de los Himalayas, en cuyas proximidades habíamos tenido ya la inmensa suerte de haber estado. El mencionado Everest, al que los tibetanos veneran como “Madre del Universo” (“Chomolungma”, en lengua tibetana o “Qomolangma Feng” en chino), y que, como bien es sabido, es el más elevado del planeta, y otros dos “ochomiles” que le hacen estrecha compañía y que forman parte del Macizo del Everest o “Kumbu Himal”: el “Lhotse”, la cuarta montaña más alta del mundo y el “Cho Ollu” o “Diosa Turquesa”, así llamada por el color que se refleja en sus nieves perpetuas cuando los rayos del sol crepuscular inciden sobre ellas. Puedo aseverar que la vista panorámica era absolutamente apoteósica.
Tíbet, Campo Base del Everest.
Nos alojamos en New Tingri, en el mejor hotel, que era a todas luces nefasto, aunque los demás estaban aún peor. Echábamos de menos los confortables hoteles de Gyantsé o Xigatsé y cómo no, el Lhasa Hotel, un cuatro estrellas bonito y con solera (ahora hay alguno mejor) pero en el Lhasa, el bar aún está decorado con escenas de “Tintín en el Tíbet” y sirven la única cerveza fría del país de las nieves, donde dicha bebida se toma habitualmente a temperatura ambiente, lo cual en verano equivale a decir caliente. La marca autóctona más consumida es la homónima de la Ciudad Santa: Lhasa.
Tíbet, rebaño de cabras en el Valle de Yarlung..
En el restaurante del Lhasa Hotel sirven comida occidental, china y tibetana, cuyo plato más típico lo constituyen los “momos”, especie de empanadillas rellenas de carne de yak muy especiada y Tíbet, yaks en el Campo Base del Everestpicante. No obstante, la receta estrella del hotel consiste en una enorme y apetitosa hamburguesa de carne de yak. Nunca he probado fast food tan exquisito, lo único que me amargaba tan sabroso manjar era el recuerdo de los pequeños y robustos yaks pastando por las praderas. ¡Oh, qué lástima! No soy vegetariana, aunque lo fui en el pasado. La mayoría de los budistas lo son, pero los tibetanos no. Ellos consumen carne de yak sin pudor alguno. Sus tierras de cultivo son demasiado escasas, excesivamente yermas, tan sólo la cebada y poca cosa más crece en ellas. La dieta del tibetano de a pie se compone, básicamente, de té salado con manteca de yak y xampa, que es una harina tostada de la citada cebada, que se mezcla con el té. Para las grandes ocasiones, este paupérrimo pueblo reserva la carne del animal que lo es todo para él: su adorado yak.
Tíbet. yak en el jardín del Monasterio de Samye.
A la mañana siguiente, tras visitar el Monasterio de Pelgyeling con la cueva del asceta Milarepa, el yogui más célebre del Tíbet, perderíamos definitivamente de vista aquellos paisajes desolados, de naturaleza lunar, e intenté disfrutarlos hasta el último momento, no permitiendo que de mis ojos brotasen, en modo alguno, las lágrimas. Recordé la célebre cita de Rabindranath Tagore y me dije: después de este sol, vendrán las estrellas, eso es seguro. No me equivoqué.
Tíbet, imagen del Buda Sakyamuni.
Mientras me despedía de la meseta tibetana, tarareaba la versión de los “Green day” del “Boulevard of broken dreams”. Ignoraba por qué evocaba esa melodía insistentemente, pero afloraba a mi memoria y ahora permanece ligada a ese viaje.
Tíbet, Lhasa, alero del Palacio de Potala.
Todavía podíamos observar con cierta frecuencia, banderolas y hasta molinillos de oración colocados en medio de la nada con el único objetivo de esparcir al viento el Mantra de la Compasión: Om Mani Padme Hum, que vendría a significar “que los pétalos de esta flor se abran para que aparezca la joya de mi yo interior”.
Tíbet, banderolas y molinillos de oración cerca de Tingri
Nos aproximábamos a Zhangmu, en la frontera con Nepal, y el cambio paisajístico y climático era tan abismal que no me lo podía creer. Lo que antes era árido y estéril, ahora se había convertido en un vergel. Es prácticamente imposible describir con palabras, por hermosas que éstas sean, aquella sensación. Me quedo parca en expresiones que puedan pormenorizar tan sublime espectáculo, tan magistral obra de la naturaleza.
 Tíbet, cerca de Zhangmu.
Nos internamos en el Cañón del río Bhote, sus escarpadas e inaccesibles paredes se hallaban cubiertas por una frondosa vegetación subtropical salpicada por innumerables cascadas de agua. Era la más soberbia muestra de magnificencia que la madre Tierra nos pudiese brindar.
La carretera bordeaba el mencionado cañón y se adentraba en él zigzagueando a medida que iba descendiendo. Con frecuencia pasábamos bajo una caída de agua que sacudía el vehículo mientras que lo limpiaba del polvo acumulado de los caminos. A ambos lados de la calzada crecían floridas plantas silvestres que aportaban la alegría de una eterna primavera. Su colorido, sus formas, pasaron imperecederamente a habitar en mi memoria. También la remembranza de tan selvático paraje me remite al bíblico Paraíso Perdido.
Zhangmu, la carretera bordeada de flores.
Como contrapartida, el rumor de las pequeñas cataratas era interrumpido y solapado permanentemente por el molesto ruido de motores de los camiones que circulaban en procesión, frontera arriba y abajo. Eran éstos, casi todos, largos larguísimos y se hallaban decorados con figuras y dibujos polícromos de un estilo ingenuo y pueril. Procedían de China o del mismo Tíbet, que también y para su infortunio, es de China. Y cuando hablo de esa desgracia, me refiero al papel invasor y colonizador que esta gran potencia oriental ejerce sobre el pueblo y la cultura tibetanos, tendentes ambos a desaparecer en aras de la globalización.
Tibet, Cañón del Río Bhote.
Por fin llegábamos a la pequeña población fronteriza de Zhangmu, tan diminuta como importante. Antiguamente los tibetanos la denominaban Khasa, pero su estratégico emplazamiento propició que mudase de nombre. El poblado creció ladera arriba flanqueando la eufemísticamente llamada Autopista Transhimaláyica, la cual conformaba la única calle existente. Todas las construcciones se levantaban a ambos lados de esta vía, también llamada Carretera de la Amistad, (aludida con anterioridad), se apoyaban unas encima de otras y colgaban sobre la ladera de la montaña como si se tratasen de las famosas Casas Colgadas de nuestra ibérica Cuenca. Estrechos callejones perpendiculares a la carretera, permitían a los vecinos acceder a la misma y a su vez canalizaban las aguas de las múltiples cascadas.
Tíbet y Nepal, Cañón del río Bhote.
Interminables hileras de camiones aparcados se arrimaban a las fachadas de las humildes edificaciones, obligados por la angosta arteria carente de aceras y el tráfico desmesurado que sobre ella rodaba. Aun así, la vida bullía y por entre los camiones podíamos ver niños jugando y jovencitas lavándose el cabello con las frescas y diáfanas aguas que manaban pendiente abajo.
Pernoctamos en el mejor hospedaje del asentamiento, el Zhangmu Hotel, que actualmente supongo que ya será un alojamiento digno y bonito, pero que por aquel entonces estaba aún a medio reformar, con parte de él rehabilitado y la otra bastante cochambrosa. Por supuesto, la diosa Tiqué no estaba de nuestro lado aquel día y la habitación que nos fue asignada era una de las deslucidas, como correspondía a nuestra condición de viajeros occidentales. Sólo a los transportistas chinos les adjudicaban las mejores, con baños modernos de lavabos encastrados y encimera de mármol. No olvidemos que Zhangmu es el último o el primero (según se mire), de los pueblos de China antes o después de cruzar la frontera nepalí y aquí, como en todas partes, los “enchufes” también funcionan, así que los ciudadanos de la República Popular China se habían de llevar las de ganar con respecto al resto de los huéspedes.
Tíbet y Nepal, Cañón del Río Bhote.
El dormitorio era muy amplio, lo mismo que el baño, pero ambos se encontraban deteriorados, desangelados y poco aseados. La única ventaja consistía en un enorme ventanal que nos permitía la contemplación de la exuberante vegetación, tan verde como el jade, y de las límpidas aguas descendiendo por las laderas, armoniosa y rítmicamente, como si de un ballet acuático se tratase.
Tíbet y Nepal, Cañón del Río Bhote.
Anochecía y salimos a pasear con la niebla como compañera. Su húmedo manto cubría ya las cimas de los montes y amenazaba con envolvernos a nosotros también, así que aceleramos el paso y buscamos algún lugar donde cenar. Comprobamos la esencia típicamente fronteriza de Zhangmu, con soldados chinos caminando febrilmente hacia un lado y otro y jóvenes prostitutas a la caza de camioneros y algún que otro turista despistado.
Tras mirar aquí y allá, nos decidimos por un restaurantito chino que estaba contiguo a nuestro hotel. Modesto y de reducidas dimensiones, era, no obstante, pulcro, coqueto y acogedor, así que tomamos mesa enseguida. Unos farolillos hindúes, de tela amarilla y bordados con espejitos, pendían del techo e iluminaban la sala, confiriéndole un aire étnico y desenfadado. El resto de la decoración era sencilla pero correcta.
Tíbet y Nepal, Cañón del Río Bhote.
El restaurante estaba regentado por un joven matrimonio chino y tenían con ellos al vástago nacido de su unión. El pequeño presidía la sala desde un “corralito” infantil que se hallaba situado en el centro de la misma. Los niños chinos son tratados como auténticos príncipes, sobre todo si son de sexo masculino, debido a la política del hijo único que rige en toda China salvo en la Región Autónoma Tibetana, donde las parejas pueden tener hasta familia numerosa, ya que ello contribuye a la colonización del Tíbet por parte de la etnia Han, que es como se denomina genéricamente allí a los nativos de China.
Tíbet y Nepal, Cañón del Río Bhote.
Paradójicamente, las mesas estaban dispuestas con manteles de hilo y cubertería occidental. Hacía mucho tiempo que no comíamos más que con palillos, porque el confucionismo establece que no se pueden utilizar tenedores y cuchillos para ayudar a deglutir los alimentos, ya que si éstos se “hieren”, ellos, los alimentos, devolverán el mal al comensal “hiriéndole” con una mala digestión (como se puede observar, se trata de una filosofía un tanto vengativa).
Después de deleitarnos con una mezcla de sabores de lo más variopinto: entre rollitos de primavera o arroz tres delicias y hamburguesas de yak con patatas fritas, toda una fusión de la comida rápida de Oriente y Occidente, nos retiramos, dispuestos a descansar a como diera lugar, en nuestra desvencijada habitación.
Tíbet y Nepal, Cañón del Río Bhote.






A la mañana siguiente nos encontramos con algún que otro problema que solventamos a base de ingenio y de la experiencia adquirida tras muchos años de frecuentar los más diversos alojamientos: la ducha era sólo de agua fría, de tipo teléfono y para colmo, el flexo presentaba una rotura. Pero a grandes males, grandes remedios y una botella de agua mineral ya vacía, de las de plástico y litro y medio de capacidad, cortada por su parte superior, nos sirvió de ayuda para un aseo de emergencia. No nos preocupaba mucho, porque a mediodía teníamos previsto llegar al Valle de Kathmandú y allí nos instalaríamos en el Hotel Hyatt Regency Kathmandu, uno de los mejores de la zona y me atrevería a decir que de los más bonitos en los que he estado. La ducha o el baño caliente tendrían que esperar hasta que estuviésemos en ese hotel de ensueño.
Tíbet, el pueblo de Zhangmu.
El desayuno iba a tono con la escasa calidad del hospedaje. Una vez en la calle nos encontramos con nuestro conductor, un fornido tibetano (cosa infrecuente, ya que los tibetanos son, por lo general, enjutos) y le saludamos a la manera del país, con un “tashi dalai”; a su lado se encontraba nuestro guía de etnia Han e hicimos lo propio con un “nihao”, que viene a significar “hola” en chino.
Tíbet, Lhasa, servidora posando ante el portal de un patio de vecinos. He de reseñar que durante nuestra estancia en Lhasa, la capital del Tíbet, nos desenvolvimos por nuestra cuenta, sin nadie que nos atase, aun cuando nuestro desconocimiento de las lenguas china y tibetana y la ignorancia por parte de los naturales del idioma anglosajón, dificultasen parcialmente nuestros movimientos. No obstante, una vez fuera de Lhasa, las autoridades gubernamentales chinas obligan a turistas y viajeros a hacerse acompañar por un guía, lo cual no era precisamente de nuestro agrado. El absurdo temor a que los occidentales seamos proclives al regreso del Dalai Lama como jefe del estado tibetano, y que eso promovería su escisión del territorio chino, les hace vernos como potenciales terroristas o cuando menos, enemigos de su régimen, y nos exigen una y otra vez documentaciones y pases oficiales en la infinidad de puestos de control que se encuentran repartidos por todos los rincones del Tíbet.
Tíbet. Monasterio de Samye, en el Valle de Yarlung.
Nos encaminamos hacia el puesto fronterizo chino. Curiosamente las oficinas aduaneras china y nepalí, se hallan enormemente alejadas, separadas ambas por nueve kilómetros de distancia. Los huéspedes del Hotel Zhangmu gozan del beneplácito de las autoridades y apenas han de cumplimentar impresos, mientras que a quienes se alojan en otros hoteles y albergues se les exigen unas credenciales exhaustivas. La aduana china se ubicaba a escasos metros de nuestro hotel, esperamos una breve cola y no tardamos en ser atendidos.
Tíbet, Monasterio de Tashilumpo.
Una vez concluidos todos los trámites, nuestro todoterreno nos transportó hasta el límite permitido, ya que llegado a un punto, mucho antes de alcanzar el Puente de la Amistad que cruza el tumultuoso río Bhote, los vehículos chinos no pueden entrar en Nepal, del mismo modo que los nepalíes también han de quedarse a un buen trecho del otro extremo. Entonces viajeros y equipajes son apeados y multitud de lugareños se aproximan, ávidos de ejercer como porteadores. Peleándose unos con otros, regateando el precio a voz en grito y en medio de un frenético alboroto, arrebatan las maletas y demás bultos a viajeros y turistas, que se quedan anonadados ante tal algarabía. Aquellos hombres cargaban con descomunales fardos y con pesados bártulos sobre su dorso, doblándose ante la magnitud de la carga.
Tíbet, monjes del Monasterio de Sakya.
Nos despedimos de nuestro amable chófer, con quien habíamos compartido casi dos semanas de nuestro periplo, con un “adiós” en tibetano: “kalai shu”, le dijimos, puesto que partíamos, y él respondió: “kalai pie”, que es lo que dicen los que se quedan. Por su parte, el guía chino nos acompañó a pie hasta el puesto fronterizo de Kodari, un infecto y minúsculo pueblo que constituye el primer (o el último, según de dónde se venga) núcleo nepalí. Tíbet, monje del Monasterio de Tashilumpo.
Kodari era un lugar cuya pavimentación no había sido reparada desde hacía mucho tiempo, con lo cual permanece enlodada todo el año, dado que la humedad extrema es una constante en esa tierra regada por infinidad de pequeños saltos de agua. Porteadores, transportistas y viajeros hundían sus pies en el barro durante un par de kilómetros hasta llegar a la oficina aduanera, situada en un barracón, como todas las demás construcciones de tan deficiente poblado. Fue entonces cuando nuestro guía chino nos dejó en manos de otro nepalí que nos ayudó en las diligencias. Una vez en dicha oficina, media docena de funcionarios se encargaban de entregar los impresos y terminar de cumplimentarlos. Las documentaciones habían sido gestionadas previamente, al igual que las chinas, por una compañía especializada en este tipo de permisos que es contratada, a su vez, por los mayoristas de viajes o agencias locales.
Tíbet, banderolas de oración.
Con los visados y autorizaciones en nuestro poder, recorrimos el fangoso trayecto que aún quedaba hasta ser recogidos por el coche que nos estaba destinado. Los pobres mozos que acarreaban nuestro equipaje, al fin pudieron verse libres de su peso y enderezar sus maltrechas espaldas al tiempo que cobraban por el fatigoso trabajo desempeñado.
Nepal, gentes de la pequeña población de Kodari
Continuamos descendiendo el cañón y contemplamos el espectacular paisaje circundante, tan boscoso, tan maravillosamente feraz… y las miserables casuchas y chozas que se apiñaban en las márgenes de la carretera. Sus moradores, casi todos mujeres y niños, se encontraban ante las entradas de las mismas ocupados en tareas de tipo doméstico o en la charla y el juego. Sus vestimentas coloristas y los hermosos rasgos étnicos de los nepalíes, que no corresponden al tronco mongoloide como el chino o el tibetano, sino al indio, nos indicaban que ya nos encontrábamos ante otro pueblo y otra cultura bien diferenciados.
Nepal, gentes del pueblo de Kodari.
Tras algunas horas de viaje, transitando por la ubérrima vega del río Bhote, ante plataneros y toda una muestra de exuberante flora subtropical, nos encontramos con búfalos pastando a su albedrío y rebaños de cabras blancas que llamaron nuestra atención por sus largas orejas.
Nepal, cabra en la vega del río Bhote
Nos sentíamos satisfechos por haber llegado ya a la tierra en la que la leyenda sitúa el nacimiento de Siddhartha Gautama, el Buda Gautama o Sakyamuni (para los tibetanos) un príncipe del clan Gautama nacido en Lumbini, en el reino nepalí de Kapilavastu, en el año 563 antes de nuestra era. Este noble se despojó de todas sus riquezas y fundó una filosofía que terminaría por convertirse en una religión y que se extendería por Asia y hoy en día por la casi totalidad del mundo. A nosotros, no siendo creyentes de ninguna doctrina, nos fascinaba observar el fervor y, a su vez, la tolerancia de los fieles budistas, en contraposición con los de otras creencias.
Nepal, vega del río Bhote.
Nuestro nuevo guía, que sólo nos acompañaría al próximo hotel y que dominaba a la perfección la lengua de Cervantes (no como el anterior, el chino, que se dirigía a nosotros siempre en inglés) nos invitó a realizar una parada ante un chiringuito situado en la orilla de la calzada.
Tíbet, vega del río Bhote.
Desde aquel altozano se divisaba la legendaria ciudad de Kathmandú, enclavada en un amplio valle dominado por los Himalayas. El cielo aparecía cubierto de nubes y la temperatura era suave y agradable, aun estando en pleno estío. Tuvimos la impresión de encontrarnos en nuestra propia casa, dado que, salvando notables diferencias, aquel valle mantenía cierta similitud con el que acoge nuestra ciudad natal: Oviedo. Su verdor, su atmósfera húmeda y nubosa…Sólo la imponente y ciclópea presencia de los Annapurnas revelaba la genuina naturaleza del citado valle, que contiene una suerte de ciudades declaradas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuyo legado histórico-artístico constituye un tesoro de incalculable valor: Kathmandú, Pashupatinath, Patán y Bhaktapur.
Nepal, el Valle de Kathmandú.
Nos sentamos en un banco al lado del mísero quiosco de madera que hacía las veces de bar y nos tomamos un par de Banana Splitzs hechos con leche de búfala y con los plátanos que crecían en el huerto adyacente. La bancada se orientaba hacia el valle y bajo nuestros pies se hallaba el mentado huerto en el que coexistían los más diversos cultivos: plataneros, manzanos, maíz y… ¡cannabis! No en vano, la Cannabis Sativa o planta del cáñamo cultivada, es oriunda de los Himalayas y aunque existen variedades que se destinan específicamente para usos textiles y alimentarios, otras son empleadas por sus propiedades psicoactivas, utilizando las hojas y flores secas, que constituyen la marihuana o la resina, a la que se ha denominado hachís. Fue por ello que los primeros hippies que visitaron estas exóticas tierras trajeron consigo a occidente no sólo las filosofías y religiones orientales, sino también el consumo de estas sustancias a las que en la actualidad aún se las considera como drogas blandas.
Nepal, el río Bhote.
Los Banana Splitzs estaban francamente deliciosos, aunque al principio sentíamos cierta prevención a tomárnoslos y accedimos a hacerlo por compromiso ante el guía, ya que las condiciones higiénicas no nos parecían las más idóneas, pero afortunadamente, no tuvieron repercusión negativa alguna para nuestra salud.
Nepal, Kathmandú, Durbar Square.
Mi pareja pasó su brazo por mi hombro y acarició mis por entonces trigueños cabellos, ambos nos miramos, sonreímos pletóricos de felicidad y volvimos de nuevo la vista al frente, hacía la impresionante Cordillera de los Annapurnas, los Himalayas más cercanos y después hacia la mítica Kathmandú, el sueño dorado de místicos y bohemios, de montañeros y viajeros en busca de las últimas fronteras. Esa urbe caótica y pintoresca, una de las más hermosas del mundo, nos aguardaba con sus espléndidos templos y palacios de arquitectura newarí, con sus ventanas de madera labradas con minuciosas filigranas y sus vigas decoradas con impúdicas tallas de escenas del Kama Sutra… Pero esa ya será otra historia…
Nepal. Kathmandú, talla erótica de una viga del templo de Viswanath.
Fotografías propias

Este texto es obra de Mayte Dalianegra y ha sido REGISTRADO CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS, con el nombre completo de Mayte Llera, prohibida toda copia o reproducción total o parcial sin el permiso de la autora


Safe Creative #0903222802035
Related Posts with Thumbnails